PALABRAS NECIAS.
Faltaba todavía demasiado para que la meta siquiera se intuyera. Desde abajo, una multitud sin rostro definido pero como una sola voz gritaba: “Es inútil.” “Es imposible.” “Ríndete.” “Déjalo.” “No llegarás.” "No podrás ." Muchos de los que habían empezado la ascensión —jóvenes, neófitos, valientes— y que al comenzar, creían que podrían , empezaron a dudar. No por falta de ganas. Por exceso de voces. Cada juicio, una grieta en la voluntad.Cada grito, un grado más de inclinación.Cada palabra, una piedra más en el camino. Pero no en su zapato. En su corazón donde pesaba más. Y uno a uno, se rendían. No por estar agotados. Por dejar en su mente un espacio para el ruido. La multitud los recibía y los calmaba: “No pasa nada.” “Hiciste lo que cualquiera haría.” “Era imposible.” Obedecieron a la mayoría. Y eso parecía lo correcto. Pero hubo uno que no aceptó. Solo uno siguió. Paso a paso.Seguro. Convencido.Sin testigos.Sin aplausos.Sin permiso. ...