EL HOMBRE QUE SUSURRABA AL CINE.
Cuando veíamos en casa una peli juntos, recuerdo que mi padre decía que "los malos siempre mueren".
Los buenos también.
Ha muerto Robert Redford.
Y aunque no muchos podrán decirlo, tengo el gusto de compartir dos datos con él.
Bueno… uno y medio.
Mido lo mismo que él, y soy Leo.
Yo del 17, él del 18 de agosto.
Lo vi por primera vez en La Jauría Humana, y ya entonces parecía que no actuaba: simplemente estaba.
En Brubaker me convenció de que la justicia no siempre lleva uniforme.
Pero fue en Dos hombres y un destino donde me atrapó.
Junto a mi adorado Newman, formaron el dúo más majestuoso del séptimo arte.
Un western crepuscular, una oda a la amistad eterna.
Repitieron feeling en El Golpe.
En Las aventuras de Jeremiah Johnson se convirtió en paisaje.
Ese hombre solo, buscando encontrarse, sobreviviendo en la inmensidad de Montana, con la nieve como testigo y el silencio como banda sonora.
No era un personaje: era una forma de estar en el mundo.
Me impresionó porque yo era él.
Y luego vino Memorias de África.
La libertad y el espíritu indomable de la mismísima África, encarnada en un aventurero libre, romántico y salvaje.
La escena del vuelo con Meryl Streep, con las manos entrelazadas, la música de John Barry de fondo.
Planeando entre las nubes por la sabana y sobre las cataratas, con atardeceres espectaculares me llegó al alma.
Sublime.
La enorme pantalla del Coliseum se volvió el mismísimo cielo.
Tenía que girar la cabeza para contemplar la escena totalmente.
La vi más de doce veces.
Siempre que vuelvo a verla, vuelo y me emociono con ellos.
La BSO la escuché mil.
Buen actor. Buen tipo.
Eras inolvidable.
Ahora eres eterno.
Gracias por tanto.
D. E. P.
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