PASIÓN.

En una de nuestras primeras vacaciones en Cantabria fuimos a visitar una cueva. El guía era un tipo simpático con gafas redondas, pinta de profe despistado, camisa de cuadros y chaleco color Sahara. Después de reunir al grupo y previa presentación de lo que sería el recorrido y lo que veríamos, iniciamos el ascenso hasta la entrada de la boca de la gruta. Él iba el primero, y el grupo, en fila, lo seguíamos. Nos deteníamos cada cierto tiempo, donde nos explicaba algún detalle importante de la cavidad. Una estalactita por aquí. Una estalagmita por allá. Caminábamos por un sendero de tierra y piedras sueltas. Estrecho, oscuro, húmedo y resbaladizo. Unos cientos de metros más adentro, llegamos a una gran bóveda. La única luz era la de la linterna del guía. La humedad y el frescor del ambiente se unían para crear una atmósfera única. En la sala nos explicó el contexto del momento con un tono, una pasión, unas expresiones y gestos...