¿DONDE VAN LOS BESOS?

EL INGRESO. 

La primera reacción fue un rugido interior. Un zarpazo de rabia contenida. 

Pero, sin hacer ruido, la ira cedió. Se deshizo en el aire como una nube que se retira tras una previsible tormenta que nunca llega.
 

Y dió paso a la aceptación. Silenciosa. Serena.

Isa y su hermana, empezaron a colocar fotos en la pared de la amplia habitación que, a partir de ahora, sería su nuevo hogar. 

Nada fue como los diversos egos habían previsto: ni gritos, ni reproches, ni noches de insomnio dopadas con ketamina física y emocional.
 

El cataclismo no llegó.
Todo encajó como en un Tetris invisible.

Y el ego, humillado, se fue a una esquina, con la cola entre las piernas.

Nada de lo que anticipaba ocurrió. 

Todo se ensambló con una resignación tranquila, sin ruido.

Mientras le llevaron ropa y enseres y la acompañaban en ese trance, yo las esperaba en el piso.

Con cuatro cajas de cartón de mudanzas . 

Cuatro cápsulas del tiempo.

Era un acto de cierre. Una despedida.

Y entonces, nada más salir del ascensor, la recordé.
 

La figura de su abuela, tras la graven de la cocina, trasteando en el fregadero.

Levantó la mirada, me vio, y gritó:

 —Isa, que ya ha llegado "Gersio" .

EL TEMPLO. 

Caminé por cada estancia como quien recorre un santuario.
 

Cada habitación era como un altar invisible que contenía un retazo de vida. 

Un eco. Un pedazo de mí.

Recordé la primera vez que entré en ese piso. Más de cuarenta años atrás.
 

Me camuflé en el grupo de amigos para subir a ver a Isa. 

Hacia poquito que salíamos y quería entrar de incógnito.

Ella estaba en la primera habitación, la suya entonces.

Esa tarde, no salía. 

Unas anginas con fiebre la tenían en cama.
 

Subimos todos a verla.Le di un besito en la mejilla colorada y ardiente.Inocente, de los primeros. 

Por ese pasillo gateó mi hija.
Jugó a pelota mi hijo, y paseó mi perro.

En esa habitación murieron sus abuelos.

Y en esa otra fue donde oí por primera vez a Serrat:

 "Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio."

Ahí se me quedó insertado en el tuétano.

Para siempre.

Y me estremecí.

En el comedor, cuántas ratos de cartas, de dominó, de brindis, de fútbol, del lobo de "El Hombre y la Tierra". 

Cuántas tertulias, risas, cenas, tortillas,cumpleaños, fines de año

Y aquella comida, un 11 de septiembre.

La tele encendida. Las Torres Gemelas.Creímos que era una peli.

Otro estreno hollywodiense de catástrofes.

Pero no lo era.

EL ECO. 

¿Dónde van los besos?
¿Dónde van los abrazos, las risas, las canciones?
¿Dónde va todo lo que ha sido?

Ahora las paredes quedarán vacías.

Ni fotos, ni figuras, ni voces.

Solo el eco de lo que fue.

Y mientras esperaba noticias del ingreso, llegó el mensaje: Todo bien.
Ha aceptado.

Al final, lo ha aceptado.

Y una paz extraña me recorrió el pecho.
Su paso por el Centro de Día fue el puente previo. Creó vínculos, rutinas, afectos. La insistencia dio su fruto.

Asi aceptó mejor el paso a la Residencia.

Por esas cuatro paredes pasó la vida.

Y eso, aunque no lo parezca, es una despedida.

Nada será igual.

Otra etapa.Diferente.Necesaria.

Ahora, llegarán los nuevos inquilinos:
Estudiantes de medicina. 

Familiares de diplomáticos.

El karma también firma sus contratos.

LOS RECUERDOS. 

Hasta que lleguen para ir a comer, me hago un café, mientras espero, abro una caja de fotos de las tantas que hay en el armario.

Esta será de las antiguas, son en blanco y negro.

Rostros a los que nadie a partir de ahora pondrá nombre.

Gestos eternizados sin relato.

Imágenes de un mundo que ya nadie recuerda.
Papeles sin historia.Solo pistas. Espejismos.

UNA NUEVA ETAPA. 

Nos espera días de vaciar. Habitaciones y alma.

De dejar ir. De desprenderse.

De aceptar.

De renunciar para hacer de ese mismo espacio, un nuevo contenedor de recuerdos.

Que no serán los nuestros.

"Todos esos momentos, se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de...."

De eso va la vida.

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