¿CASUALIDAD O CAUSALIDAD?
Lo pensé. Y apareció.
He tenido varias mascotas.
Recuerdo especialmente un par de jerbos.
Un tipo de hámster, pero con más nervio.
No quería meterlos en una jaula típica, de esas tristes con barrotes y olor a rutina.
Quería que los bichos tuviesen algo distinto. Que vivieran mejor.
Que también los disfrutáramos de otra manera.
Un día pensé: un acuario.
Sí. De cristal. Sin barrotes.
Le haría unos agujeros arriba para que respirara.
Y dentro, ramas, piedras… un escenario más digno.
Lo convertiria en un terrario.
Quedaria guapo.
La idea fue clara, casi nítida.
A los pocos días, al bajar a tirar la basura, ahí estaba.
Junto al contenedor.
Un acuario. En buen estado.
Justo como lo había imaginado.
Recuerdo que me sorprendí.
No puede ser, pensé.
Pero, ¿esto que es?
Otra vez.
Me gustan las mochilas.
Tengo varias, cada una para su ocasión: ciudad, campo, moto, escapada corta…
Un día me puse a mirar modelos urbanos. Esas compactas, útiles, bien diseñadas.
Entre todas, destacaba la Samsonite Paradiver.
Me gustó. No me obsesioné.
Solo me quedé con la idea.
A los pocos días, voy en moto.
Paro en un semáforo. Y ahí, colgando de un árbol, junto a un contenedor, una mochila.
Solo tenía la cremallera forzada, como si la hubiesen tirado tras un robo.
Pero estaba nueva. Prácticamente intacta.
Era la Samsonite Paradiver. Además, un modelo exclusivo de más de cien pavos.
Brutal. No podía creérmelo.
Pero, ¿que pasa?
Otra.
En el pueblo, entré a una casa abandonada.
Me gusta eso.
Explorar lugares que tienen polvo, historia y algo de silencio acumulado.
En la buhardilla encontré un viejo arcón de madera. De los de antes. Los que se usaban en las masías para guardar mantas o trastos.
Con herrajes, peso y carácter. Pensé: uno así quedaría de cine en la casa del pueblo.
Pero era demasiado pesado para bajarlo. Y las escaleras ruinosas, un riesgo.
Lo dejé allí.
Pero la imagen del baúl se me quedó.
Días atrás, voy a ver a mi madre. Aparco la moto.
Y justo enfrente de su portería, al lado del contenedor verde: un baúl vintage, tipo pirata. Chapa, asas, madera, herrajes…
No es que se pareciera. Era casi el mismo que había imaginado.
Increíble.
Ahora está en casa. Esperando su restauración.
Demasiadas casualidades, ¿no?
Me paro y pienso: Tres objetos. Tres pensamientos sin prisa, sin súplica, sin urgencia. Tres ideas claras. Y tres coincidencias demasiado precisas.
¿Casualidad? ¿O algo más?
¿Estamos tan desconectados que cuando ocurre algo así lo llamamos “suerte”?
¿O estamos tan dormidos que no sabemos cuándo la vida nos está hablando?
Esto no me pasa por primera vez.
Y no soy el único que le da vueltas.
Hace años que leo sobre esto: Jung, Garnier-Malet, Pauli, Bohm, Tarnas…
Científicos, físicos cuánticos, escritores, psicólogos, filósofos.
Gente seria, que en el fondo intentaba descifrar lo que escapa a la causa-efecto.
Algunos lo llaman sincronicidad. Otros, desdoblamiento del tiempo. Otros simplemente: símbolo, resonancia, reflejo.
Pero casi todos, sin conocerse, sin copiarse, apuntan a lo mismo:
Que cuando estás más afinado, más tú, menos contaminado… el mundo te responde.
No como magia.
Sino como pequeñas piezas que encajan solas.
Como si algo dijera: vale, lo has pensado bien. Aquí lo tienes.
Quizá no sea más que eso.
O quizá sea todo eso.
Lo cierto es que me pasa.
Y no estoy seguro de querer entenderlo. Porque si lo desarmo demasiado, igual deja de ocurrir.
Ahora solo me limito a observar, agradecer… y pensar lo siguiente con un poco más de intención.
Sin ansiedad. Sin necesidad. Solo con la sensación clara de que, a veces, la vida te escucha si no gritas.
Y ahora que lo pienso…
¿qué tienen en común un acuario, una mochila y un baúl?
Los tres contienen.
Los tres guardan. Los tres protegen.
El baúl encierra el pasado.
Cosas que no usas, pero que no quieres tirar. Lo que fuiste, lo que queda, lo que aún tiene valor.
El acuario es el presente. Transparente, visible, contenido pero vivo. Algo que ocurre ante tus ojos, pero que no puedes controlar del todo.
La mochila… quizás sea el futuro. Lo que te llevas contigo al caminar. Ligero, elegido, necesario. Lo que decides cargar para seguir.
Puede que solo se trate de observar con más sensibilidad, de pensar con más ternura, o solo desear con menos urgencia.
De todos modos:
Nada que perder.
Mucho que ganar.
¿Qué será lo siguiente?
¿Qué llegará después del acuario, la mochila o el baúl?
No lo sé.
Pero estoy convencido que vendrá algo más.
Si llega, bienvenido.
Si no lo hace, al menos me quedaré con la agradable sensación que me deja el deseo.
Y también ganaré.
#Sincronicidad #LoPenséYApareció #CoincidenciasConSentido #LaVidaTeEscucha
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