NO QUIERO SER FUERTE. QUIERO ESTAR EN PAZ.
🍷 Soy más epicúreo que estoico
El ser humano debe buscar su propia verdad y vivir de forma coherente con ella, para alcanzar sabiduría, libertad y paz interior
Antes de Sócrates, ya existían preguntas.
En la India, en China, en Grecia.
Se iniciaban de modo diferente, pero su fuego era el mismo :
¿Cómo vivir sin romperse?
¿Cómo habitar este mundo sin perderse?
Buda habló del deseo.
Confucio, del deber.
Lao-Tse, del fluir.
Los griegos, de la razón, del alma, del cuerpo, del placer.
Y todos, aunque distintos, buscaban lo mismo:
una forma de estar en paz en medio del caos.
La filosofía no deja de ser la evolución de respuestas a eternas preguntas
¿Quién soy ?
¿Por qué ?,
¿Como?....
Desde su inicio han propuesto respuestas para apaciguar las dudas.
Unos creían que el agua era todo, otros miraban al interior propio para entenderlo.
Algunos se sacaban la responsabilidad y miraban a las estrellas o más allá.
Y como en política es cada cual con su verdad sus principios sus creencias, normas y valores quién debe hacer ese viaje para dar con su respuesta.
Y como existen cientos de senderos hay miles de destinos.
“A veces, vivir es tan simple como no resistirse al día que toca.”
Hay exceso de estoicos.
Todo el mundo se abraza a él.
El estoicismo está de moda.
Últimamente veo estoicos por todas partes. Como si alguien hubiera repartido flyers en tu buzón : “Calla. Aguanta. Sé fuerte. No sientas tanto.” Y quizá sí.
Quizá esta de moda resistir sin quejarse.
Ya le viene bien quien prefiere una masa dócil. Quizá alguien quiere que pensemos que la virtud está en no incordiar.
En ser manso.
Resignarse.
Que el rebaño no se revolucione.
En esta época de intransigencias eternas y bondades finitas, a uno mismo se le exige —aunque sea a nivel conciencia— sentirse en paz con ese mundo cruel y, sobre todo, consigo mismo.
Pues yo no.
No vine a resistirme al mundo.
Vine a sentirlo.
Pero sin escudos.
Sin deberes grandiosos.
No me interesa ser fuerte.
Me vale con estar en paz.
El estoico dice que nada nos debe afectar.
Pero a mí, hay cosas que me tocan.
Un gesto. Una ausencia. Un abrazo. Un beso.
El olor del café al despertar.
No quiero domar mis emociones.
Prefiero sentarme con ellas, dejarlas decir lo que tienen que decir, y después, si acaso, acompañarlas a la puerta.
O a la cama.
No le veo mérito al sufrimiento si puede evitarse.
Tampoco en llevarlo de estandarte.
Amo los placeres tranquilos. Una puesta de sol. El sonido de un río en primavera.
Dormir sin temer a sueños o pesadillas.
A veces me duele lo que ya no está.
O lo que nunca fue.
No busco la virtud.
Me vale con la calma.
Con no perderme.
Con poder volver a mí sin reproches, me vale.
Porque al fin, me entiendo.
Porque sí.
Y si al final todo esto no deja huella, que al menos me deje a mí un poco más en paz.
Hay gente que aprende a comportarse bajo una tormenta. Otros, simplemente no salen cuando está nublado.
Mientras unos aceptan lo que viene, otros eligen lo que aceptan.
Por eso.
Por eso soy más epicúreo que estoico.
Y tú
¿Vives resistiendo, ...o sintiendo?
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