¿DONDE ESTA EL ENEMIGO HOY?
De pequeño me contaban que el enemigo era un tipo feo, maltrecho, con barba de días y ropa sucia.
Un ladrón con pasamontañas, o media en la cara y una navaja oxidada en el bolsillo.
Ese era el miedo. El “coco”. El pobre diablo que robaba pan o gallinas porque tenía más hambre que futuro y más pena que remedio.
Ese era el enemigo público número uno.
El que se debía evitar, al que había que vigilar de cerca.
Hoy, décadas después, me doy cuenta de que ese no es el verdadero cuento.
Porque el verdadero ladrón no entra por la ventana.
Lleva corbata. Firma decretos. Preside consejos de administración.
Y pocas veces pisa la cárcel.
Va con la cara lavada y recién peinada.
No necesita pasamontañas.
Solo alguna empresa pantalla y algún testaferro narcisista y psicópata que se venda por dos duros.
Porque ellos ya tienen cuatro, y pronto se convertiran en diez.
Tu no.
Tu apenas tienes medio, que debes estirar como un chicle a uno si pretendes siquiera sobrevivir.
Su disfraz es la ley. Su arma, la impunidad.
Mientras tú calculas para poder llegar a fin de mes, ellos lo hacen para sumar comisiones.
Mientras tú haces malabares para pagar el alquiler, ellos multiplican patrimonios con sobres, favores y mordidas.
Y lo peor no es que roben.
Lo peor es que no necesitan hacerlo.
Ya tienen todo: sueldos obscenos, cargos heredados, privilegios blindados.
Pero no les basta.
Nunca les basta.
Porque no roban por necesidad. Roban por vicio. Por deporte. Por sistema.
Y ese es el peor de los robos y el más rastrero de los ladrones.
Ansian poder, poseer, tener.
Acarician a la más inmunda de las avarícias, su mascota fiel.
Les excita ver como la plebe se pelea por un mendrugo, duro seco y disperso mientras ellos cambian de yate cada semestre.
Y mientras tanto, tú, con contrato temporal y alquiler imposible, sigues siendo el sospechoso habitual.
Si te equivocas, pagas.
Si robas pan, eres un delincuente. Pero si te llevas millones con un contrato amañado, eres solo un empresario de éxito.
Entonces lo ves claro:
Antes el ladrón te sacaba una faca en una esquina para robarte 100 pesetas.
Hoy se las ingenian para quitarle 1000€ a 1000 desgraciados, sentados tranquilamente en una junta directiva sin moverse del sillón, y sin levantar sospechas, solo hinchando presupuestos.
Todo bien ligado como una buena mayonesa sin cortar .
Y tú, que madrugas.
Que te partes el lomo. Que haces equilibrios con una cuenta en números rojos…
Te sigues creyendo que el problema es el pobre, el inmigrante, el desgraciado, el de abajo, el que no tiene.
Su mayor triunfo, su recompensa no es el botín, es precisamente que nos creamos esto .
Todo este sistema no se hace en poco tiempo.
Esta sociedad podrida es un enjambre de poder que siempre funciona, independientemente del político pelele egoísta sea azul o rojo que caliente la poltrona en el cuatrienio que sea.
Con una maquinaria precisa engrasada y ensamblada de relojero suizo.
Cruel paradoja :antes los ladrones robaban para comer, ahora comen para robar.
Lástima que no usen esa ingeniería mental para el bien de todos…
Sino para la usura de unos pocos.
Porque ellos no lo necesitan y encima se lo quitan al que menos tiene.
El robo ya no está en la sombra. Está en salas de juntas con exceso de lúmenes.
Antes era hambre.
Ahora es gula.
Quizás haya que buscar un nuevo adjetivo para semejante conducta.
Ladrón, no les define..
Aunque pensándolo mejor que narices...
Podían hacer como Robin Hood y repartir entre los pobres.
Al menos así participaríamos todos de la fiesta. ¿O no?
#Reflexión
#Corrupción
#DesigualdadReal, #NoEsUnCuento
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