SLUG. Capítulo 2.
Capítulo 2.
LA INVASIÓN.
Cuando la amenaza se multiplica.
A veces el peligro no se anuncia con un rugido, sino con un susurro viscoso.
Me levanté abrumado, fijándome en la parte final del reguero de anélidos que pretendía unirse al resto, levanté el pie instintivamente y los pisé de forma agresiva ejerciendo presión con el zapato, buscando la destrucción masiva de aquella horda deslizante. Repeti la operación varias veces.
Levanté de nuevo el pie para comprobar el desaguisado.
Esperaba encontrarme con un deshecho de vísceras, pero cuál fue mi sorpresa:
Debido al aplastamiento, el cuerpo de los diminutos gusanos reventó.
De su interior salían multitud de diminutos huevos que se movían nerviosos y eclosionaban una especie de larvas, que rápidamente se convertían a la vez en cientos de gusanos que se agitaban vibrantes sin orden ni control.
Con lo cual, mi ataque lo que había producido, era la reproducción inmediata y exponencial de aquella viscosa fauna.
Obviamente, la técnica del aplastamiento no había funcionado.
En vez de restar, los multiplicaba!
No era buena idea.
Me limpié el zapato como pude, eliminando cualquier mínimo rastro biológico.
Mientras observaba, me paré a pensar.
Debía ordenar mi mente, para intentar aceptar la absurda situación y encontrar alguna respuesta, a las decenas de preguntas que bombardeaban mi cabeza en esos momentos:
-¿Qué demonios era aquello?
-¿Cómo se podía haber producido en el interior de una caja vacía?
-¿Eran peligrosos?
-¿Cómo se podrían eliminar?
No pude seguir reflexionando.
La situación, que en esos momentos estaba contemplando me lo impedía.
La masa que había adquirido una forma piramidal, se había agrandado enormemente por la incorporación de los individuos que se habían formado por la explosión de las larvas, debido al previo aplastamiento con mi zapato.
Observé que había diferentes tamaños de gusanos; imaginé que se debía al tiempo de eclosión, y la madurez de los individuos.
Desconocía su evolución final y hasta donde podían llegar.
Por ahora.
La masa, parecía vibrar y moverse en la esquina de la cocina entre la columna de la despensa, y el resto de la caja en el suelo.
Los miles de gusanos, enredados y mezclados que la formaban, parecían moldear una especie de maléfico volcán que temblaba por momentos.
De repente, el centro del cono se abrió y de la erupcion surgió una especie de babosa repugnante del tamaño de mi antebrazo que se separó del cuerpo amorfo y reptó rápidamente hasta un extremo, como buscando protección.
El resto deshizo la forma cónica de inmediato, se deshilachó y se dirigió de manera instintiva hacia donde se encontraba, dejando un reguero húmedo y viscoso, formando un gran círculo a modo de escudo alrededor, de lo que parecía ser: la reina madre, y el origen de semejante espectáculo.
La babosa, debía ser hasta lo que conocía en esos momentos , el estadio más evolutivo de esos seres.
Intentaba responder a la pregunta, de cómo narices debió aparecer ese ser, en el interior de una caja vacía; empecé a elucubrar posibles respuestas que me dieran algo de luz en esa oscuridad.
De los individuos más maduros, sobresalían una especie de tentáculos que se separaban del cuerpo primigenio, y se convertían en huevos que expulsaban larvas que a su vez volvían a multiplicarse en miles de anélidos.
Una especie de reproducción fragmentaria.
La cosa se estaba volviendo exponencialmente peligrosa, a la par que asquerosa.
"Eso" no paraba de crecer sin control.
Parte de esa horda se movía, lenta pero continuamente, configurando una estela que reptaba constante hacia diferentes direcciones de la cocina.
Mientras en el centro, la babosa repugnante se contoneaba y parecía en cierto; modo dirigir la función.
Cerré la puerta, intentando concentrarme para buscar una solución.
Aquella caja de galletas del demonio que me habían traído de algún lejano lugar, había sido la incubadora de todo aquel esperpento.
Maldito sea el preciso instante en el cual la abrí y produje el parto diabólico de semejante engendro.
Intenté ordenar mis ideas, sentado en el sofá tras la ténue luz de la ventana en el comedor, y responder a la pregunta, de cómo narices debió aparecer ese ser, en el interior de una caja vacía; empecé a elucubrar posibles respuestas que me dieran algo de luz en esa oscuridad.
Lamentablemente, también pude comprobar que el teléfono no tenía conexión.
Por algún motivo además, esos seres producían una especie de inhibición de ondas.
Estaba también: incomunicado.
Mi casa, actualmente era una prisión, con la cocina infestada y una bestia en su interior, que no sabía cuál sería su evolución final, ni reacción.
¿Qué podía hacer?
¿Salir a pedir ayuda mientras ese ente seguía multiplicándose?, o :
¿me quedaba para plantarle cara y luchar?
Planteé un resumen de la situación :
En la caja debieron quedar restos de galletas.
Migas esparcidas en su interior.
Por alguna rendija, grieta o resquicio debió penetrar algún ácaro.
Este, se alimentó de los restos.
La mezcla de los sulfatos, emulsionantes, diglicéridos, ácidos y demás química de la composición de las malditas galletas, debió producir alguna especie de mutación en el organismo del gusano primigenio.
En el momento que el envase se abrió, su evolución se aceleró.
En su etapa más madura, mostró una reproducción asexual, que le permitia expandirse con rapidez, a la vez que también utilizaba una reproducción fragmentaria, a modo de defensa cuando se le intentaba aplastar.
Los individuos que morían por cualquier circunstancia, eran devorados por el resto que, a su vez seguían reproduciéndose rápidamente.
Desconocía si se trataba de una especie invasora o, parásita, hasta donde podia evolucionar, y si era agresiva o peligrosa .
Producía, además unos chillidos agudos, de baja frecuencia que parecían inhibir las ondas electromagnéticas, inutilizando las señales de telefonía y demás.
Pretendía encontrar su punto débil, sentado en el sofá, con la mirada perdida.
De pronto, enfoque la vitrina del comedor.
Mientras, analizaba los elementos que disponía a mi alrededor hasta el momento.
Me fije en una caja de madera ; a su lado un receptáculo con varias varitas de incienso y un encendedor ZIPPO.
El tiesto del ficus en el suelo, y un spray de insecticida anti hormigas.
Se me encendió la bombilla, y me levanté raudo y veloz.
- El fuego purifica, pensé, esperemos que también termine con esos bichos asquerosos.
Cogí el spray insecticida y el ZIPPO.
Abrí la puerta de la cocina.
En apenas aquellos instantes de reflexión, la masa se había multiplicado de tal forma, que estaba subiendo por los muebles de la cocina y ocupando ya la tercera parte de su superficie.
Me dirigí a la esquina donde yacía la babosa madre, rodeada de los miles de súbditos que formaban su guardia pretoriana.
Comprobé que el spray estaba medio vacío, pero debía servirme.
Tenía que probar el improvisado lanzallamas y convertir aquel espacio en territorio napalm.
Antes probé el ZIPPO, hacía tiempo que no lo usaba.
Costó, pero finalmente conseguí encenderlo.
Con la llama delante del spray y apuntando en el mismo centro de la cabeza de la babosa asquerosa y maloliente, apreté con ganas el botón superior del envase mientras lanzaba un grito de rabia.
Una llamarada potente se dirigió sobre el ente. La llama fue apagándose y renaciendo por momentos, ya que el insecticida estaba terminandose en su interior.
Un ruido agudo, acompañado de un olor nauseabundo junto unos terribles aspavientos, me indicaron que había conseguido terminar, como mínimo con la causa primigenia del evento.
La enorme babosa había muerto.
Los individuos que se encontraban alrededor, se abalanzaron sobre sus restos y fagocitaron lo que quedaba de ella, a la vez que seguían fragmentándose y produciendo más huevos más larvas y más individuos…
Debía seguir.
Era solo cuestión de tiempo para que la situación se volviera de nuevo insostenible.
Tan solo había acabado con una parte del problema.
Salí de nuevo y cerré la puerta de la cocina. Lancé lo que quedaba del spray y el ZIPPO al suelo del comedor. Intenté poner paz a mi mente, para que me aclarase mi conciencia para encontrar una solución final .
Me desesperaba por momentos.
Gritaba, me agachaba, golpeaba la pared, me tiraba del pelo, me pellizcaba, daba vueltas alrededor del comedor mecido por la penumbra; para intentar encontrar una salida más coherente y lógica que la de convertir mi casa en cenizas.
De repente, algo me recorrió el espinazo; como una descarga eléctrica.
Me dirigí, de nuevo a la puerta de la cocina,
La abrí, pretendía acercarme a la esquina, donde estaba la jaula de Buggs; me acerqué lo que pude, intentando esquivar y no pisar los restos de tentáculos que formaban el rastro de lenguas de gusanos que reptaban por el suelo en distintas direcciones, dejando un rastro gelatinoso, viscoso, resbaladizo y maloliente.
El espectáculo que adiviné, me rompió anímicamente.
Los gusanos habían rodeado la jaula y los que habían penetrado a su interior, se habían pegado un buen festín.
Buggs no existía lo único que quedaba de su anterior presencia, era el collar que llevaba puesto con su nombre, y restos de pelo blanco.
Los malditos gusanos lo habían devorado.
Hasta donde podían llegar ¿?
El tema se estaba yendo de las manos. Tenía que centrarme y encontrar una salida.
¿Debía salir corriendo y buscar ayuda mientras seguían creciendo sin control infestándolo todo a su paso? , o
¿ debía quedarme para intentar hacerles frente de algún modo?
#Gusanos
#Plaga
#Desesperación
#PesadillaViviente
Comentarios
Publicar un comentario