NADA.
A veces uno recuerda sus primeras clases por lo que te enseñaron…
Otras, por lo que jamás respondieron.
Esta es la historia de una pregunta que hice con quizás menos de 10 años en una clase de religión … y que sigo sin respuesta.
Era mi primera clase de religión.
Don Hilario era el profe.
El mismo de lengua .
Y el el de natus y mates.
El mismo .
Como en una navaja suiza; multifuncional.
Aprendiz de todo, maestro de nada.
Siempre recordaré esa primera clase .
Deseoso de respuestas a mis incipientes dudas existenciales.
Escuche curioso aquella primera aseveración, que resonó más fuerte en mis adentros que entre las paredes del aula:
-" Y entonces Dios, creo al mundo, de la nada...."
Y se quedó tan ancho el tipo.
Orondo, ya de por sí .
Enjuto, de pelo entre blanco y amarillento abundante para su edad .
Embutido siempre en el mismo traje oscuro de alguna talla menos y corto de mangas y alérgico a la tintorería ,con un tufo perpétuo una mezcla de Varón Dandy, Ideales y 103.
Manos generosas que utilizaba para repartir mandobles a mano abierta si lo consideraba oportuno o como herramienta de cirujano cuando entre su pulgar e indice choriceros retorcía hasta el extremo el pequeño lóbulo del imberbe desobediente.
Con una sonrisa sardónica y rictus de psicópata convulso mordisqueaba su lengua entre los dientes.
O te golpeaba con aquella regla de madera la puntita de los dedos con una técnica, el hijoputa, increíble en la cual al inicio del movimiento imprimía una aceleración brutal que hacía que el extremo cayera con más fuerza si cabe en tus dedos, haciéndote ver las estrellas .
Sus clases eran un compendio de mejillas, orejas y dedos de color entre bermellón y burdeos.
Y lágrimas. Muchas.
Cierro los ojos y todavía recuerdo aquel silencio sepulcral tras sus órdenes, solo roto por algún sollozo entrecortado y la absorción de mocos de críos aterrados.
En aquel tiempo, a "eso", se le consideraba un buen maestro.
Tras la espesa neblina del humo de su tabaco negro, su enjuta figura pretendía imponer respeto con su rotunda voz, con el dogma que la letra, con sangre entraba.
No era miedo .
Quizás supervivencia para evitar los métodos de aquel inquisidor .
Y ahí estaba con aquella aseveración vacía.
-De la nada !!!
Repitió en voz alta, como si así su dogma sonara mas definitivo.
Observé al resto de compañeros, que seguían en orden y silencio la consigna de aquel tipo sobre la tarima de madera y tras la enorme pizarra.
Pobre de mí, levante la mano, con la avidez de obtener respuestas coherentes.
Se dirigió a mi.
- Levántese López, digame....
Toda la clase se giró curiosa .
Me levanté, y le pregunté con toda la inocencia posible en aquel mundo y en aquel instante:
- Pero, Don Hilario, no lo entiendo:
De la nada no se puede crear nada.....
- No lo entiendo.
- Como fué ?
Murmullos, comentarios, patas de silla que resbalan sobre el terrazo, chismorreos ..
Sin duda, había abierto la caja de Pandora, la curiosidad, las dudas.
-Silencio. Gritó contundente .
Ipso facto, se produjo de nuevo el vacío en aquel instante del espacio-tiempo.
Tras una calada a su colilla de Ideales que hacía casi equilibrio en su comisura canosa, un suspiro y mirada al techo para ganar tiempo, me respondió:
- Pues así fué...
- Por qué?
Insistí.
- Porque si !
Me respondió, elevando el tono de su aseveración.
-Pero si no había nada, donde estaba Dios ?...
-Callate !
-Si no había nada, y estaba Dios, entonces había algo y ya no era nada....
Era un partido de tenis sin árbitro.
Los golpes se devolvían de un campo a otro de forma rápida y contundente.
La concurrencia lo seguía con interés, hasta qué....
-Lo dice la Biblia y punto.
Se acabó. No pregunte más . Siéntese.
Y así termino aquella primera clase de religión.
De reojo, observé la regla de madera. Me calle y me senté de nuevo.
Esa fue una clase que nunca olvidé.
Y esa, la pregunta que nunca respondió.
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