LO QUE NUNCA NADIE TE DIJO JAMÁS, SOBRE VIAJAR EN AUTOCARAVANA.
Que sí.
Que la libertad está muy bien.
Que dormir en plena naturaleza empodera. Que ver amanecer es sublime... Que descubrir sitios es emocionante, pero...
LO QUE NUNCA NADIE TE CONTÓ.
Nadie te ha contado. Nadie te lo ha dicho, pero...
El espacio, aparte del universo, es el sitio mínimamente necesario entre tu cuerpo físico y un metro a tu alrededor para que no te sientas enclaustrado.
Y no.
No existe ahí adentro.
Ni un minuto.
Y así, una hora tras otra y un día tras otro.
Tu codo toca la encimera mientras tu coronilla roza el altillo de la cocina y tu tobillo se encasquilla entre la butaca y el escalón.
A los pedos ajenos se les hace la ola, y a los eructos se les puntúa.
Si son sublimes, el jurado de turno gira su butaca y golpea con entusiasmo la mesa, estilo La Voz.
O quizás sea para aplastar a otro atrevido díptero.
INTIMIDAD : LA GRAN DESCONOCIDA
La intimidad es solo una palabra femenina aguda formada por cuatro sílabas.
Nada más.
Las rutas teóricas, se convierten en expediciones al Annapurna... de rodillas.
Inacabables.
El tiempo que calcula Google Maps no tiene en cuenta las paradas para estirar las orejas, ni el avituallamiento, ni los llenados de tanques de gasoil y agua, ni los atascos puntuales, ni posibles accidentes, controles de tráfico, o los vaciados de depósitos ajenos y propios.
Ni las paradas de los cigarritos, ni las de las vistas...
Y teniendo en cuenta, a una media de 100, kms/h las teóricas diez horas de los primeros 1.000 kms se convierten en veinte.
El GPS SE PIERDE.
Añade a ello el estrés consiguiente de los bandazos de la ventolera o las medidas del mastodonte en giros ajustados en rotondas.
Cuando quieres visitar ese lugar de ensueño, el Maps ignora si vas en patín eléctrico o en Titanic.
El cabrón te lanza a la primera carretera que le sale de las narices.
Sea una autovía inmensa o la jodida local más estrecha y con más piedras que la fábrica del Zippo.
MOSQUITERAS: LA GRAN ESTAFA.
Te das cuenta de que las mosquiteras son para....
los mosquitos.
¡Les encantan!
Se pegan a ellas como niños al cristal de la estancia de los monos del zoo y esperan ávidos tras ellas, para que al mínimo resquicio o apertura entren en tromba como clientes posesos en rebajas.
Pero como llevas una mala leche del copón, pues por mera transmisión los vuelves todavía más insoportables, si cabe.
Los hay de todo tipo: trompeteros, percusionistas y palmeros. Y te montan un concierto en un pis pas.
Los acabas conociendo el día que te da por acampar al lado del río, en una bucólica pradera entre matorrales bajos y arboleda tupida.
Ese día, recibes inconscientemente un máster de biología siendo capaz de conocer y catalogar las más de 3.500 especies de mosquitos de la Tierra, y además una masterclass gratuita de percusión corporal, por el improvisado concierto de palmadas sobre tu cuerpo.
ACAMPAR: EL CROSFIT ENCUBIERTO.
Extiendes el toldo.
Quizás lo consigas a la media hora después de desenredarlo, equilibrarlo y nivelarlo. Dándole al manubrio pa’lante y pa’trás, una vez tras otra.
Luego descargas la mesa, las hamacas y la nevera, dejándote los riñones en el quicio del maletero.
Y después de montar el campamento, a la hora te espatarras en la silla y contemplas la lontananza, quizás con una birra acariciando tu comisura labial, y te susurras para tus adentros a ti mismo: QUE PAZ!
¡Ostias!
Después de estar sudando más de una hora, con zancadas, flexiones, torsiones con varias series de 20 repeticiones, junto a un intenso cardio hit, remo, extensiones de hombro y pectoral, no sé si te compensa!
EL GRAN ENGAÑO: EL AMANECER.
Lo de los amaneceres es para entenderlo.
¿Cómo no vas a ver amanecer?
Lo que ocurre es, que te levantas a estirar después de la montaña rusa de sensaciones que le has dado a tu maltrecho cuerpo.
Y es que tu alma, por muy trotada que la tengas, tiene un tope. Y yendo a juego con tu cuerpo, se siente maltratada y te dice: ¡basta!
Y te induce a encontrar de nuevo el equilibrio.
Los kms, el calor, el espacio...
Y cuando no puede más, te obliga a salir a que te dé el aire.
En eso coincides con el astro rey, que dibuja en esos precisos momentos pinceladas de ocres y anaranjados sobre el lienzo fondo azulado, pareciéndose a ese inmenso sol sonriente que aparecía en los créditos de los Teletubbies.
Riendo.
Pero es que este: se descojona.
Se parte la caja viéndote ahí abajo con ansias de aventuras.
-Alma de cántaro. Iluso.
-Aventuras, dice!
A menuda ginkana de experiencias diferentes para salir de la rutina te has apuntado.
Egoísta: todas para ti.
Si no abarcas.
No dejas nada para nadie.
MALABARES EN LA COCINA.
Si te da por aprovechar la cocina y comer dentro, prepárate.
Malabares debes hacer entre las pinzas para mover los filetes, la aceitera, el salero, los platos y el salvamanteles.
Dos manos con cinco dedos no dan para tanto.
Y los que esperan sentados, que ni se muevan.
¡Quietos!
Que ni se les ocurra moverse, por Dios, no vaya a ser que se metan la espátula por el ojo.
LA DUCHA. UN DEPORTE DE RIESGO.
Las duchas también es un tema a destacar.
Sí. Es cierto.
Haberlas, haylas, como meigas en Galicia.
Pero cuidado.
La presión es la misma que puede tener una lata de Coca-Cola después de dar diez vueltas en el Dragón Khan.
O sea: nula.
Ni está, ni se le supone.
Te cuento para que tengas una ligera idea.
El chorrillo debe darte para humedecerte "lo justo", para que el jabón deslice y no se te quede pegado haciéndote el vacío sobre tus poros pegajosos.
Debes saber algo de contorsionismo para no ahorcarte con el flexo mientras intentas colgar de nuevo el mango en el soporte, teniendo cuidado sumo de no golpear con el codo la puerta que se abrirá al desprenderse el imán.
Seguramente el desagüe diminuto no tragará, y la poca agua se esparcirá lenta pero inexorablemente por el pavimento vinílico.
Cerrarás el grifo para ahorrar.
Y después de un mínimo, intenso y capaz restriegue, abrirás de nuevo el caudal para sacarte el jabón.
Saldrás, resbalarás y empezarás a golpear con todo en todos y cada uno de los ángulos del habitáculo, que no son pocos.
¿Será posible?
¿Tantos hay?
Obtusos, agudos, llanos, rectos, convexos.
¡Todos! ¡Están todos!
Intentarás secarte, pero hazlo sin hacer grandes alardes no vaya a ser que rompas la ventanilla o cierres de golpe la buhardilla con la ventolera producida por los aspavientos.
¿Se inspiraría Chiquito para su famoso andar “No puedor” en una experiencia similar?
Y cuando al fin consigues terminar la operación, comprobarás que :
estás sudando de nuevo!
Luego, cuando intentas lavar la taza del desayuno, un pitido de la centralita te indica que falta agua otra vez.
¿DUERMES O MEDITAS?
El dormir en verano es otro tema.
Primero consigues encaramarte al camastro trepando como panda al bambú, al nivel superior.
Te acomodas como puedes, midiendo todos y cada uno de tus felinos movimientos adquiriendo cualidades ninja.
Cuando al fin coges posición, empiezas a sudar.
El techo, absorbiendo sol todo el día, proyecta sobre ti el mismísimo infierno.
Un horno.
El Averno está ante ti.
Y le hablas de tú a Belcebú.
Unas horas pasadas la medianoche, parece que se atempera el clima.
Una leve brisa penetra por algún resquicio.
Refresca algo.
Le das la bienvenida y hasta deseas cubrirte con la sábana.
Pero ten cuidado al incorporarte, no te dejes el occipital en el techo.
CAGAR: LA GRAN AVENTURA.
Sí. Baño hay. WC.
Una comodidad.
Pero pasajera y efímera.
Entras como mono en una cacharrería.
Con un cuidado extremo y midiendo tus movimientos como equilibrista en la cuerda.
Ahora abres la portezuela de acordeón, entras la escápula derecha seguida de un movimiento de cadera para insertar la pierna y parte del cuerpo, te posicionas, giras mientras cierras la estancia tras de ti.
Una sentadilla te ayuda a bajarte las prendas inferiores.
No debes, bajo ningún concepto, agachar la cabeza, no vaya a ser que con la napia destroces la luna del espejo o con la mandíbula la resina del lavatorio, que dicen que son siete años de mala suerte.
Giras pulcro y te sientas en el trono.
Debe ser un movimiento seco, conciso, medido y exacto, como manecilla de Rolex.
Si no, seguramente golpearás el armario con alguna parte de tu cuerpo y se abrirá la portezuela imantada y se caerán el rollo de recambio, el cepillo, la colonia, el desodorante, las toallitas húmedas y los salvaslip... entre otras, y terminarás montando el escaparate del Primor.
Todo ello, teniendo controlado y muy a mano el rollo de papel higiénico.
Si el uso es después de un ágape generoso: olvídate del siguiente.
La pastillita azul no dará para más.
No existe química capaz de desmembrar semejante masa gelatinosa y otro pitido te avisará sobre el consejo de vaciar aguas negras a la mínima que puedas.
Y más vale que te acuerdes de hacerlo, porque si no, el hedor y el probable rebosamiento lo harán por ti.
El VACIADO: AL AGUA PATOS.
El vaciado tiene también tela.
Localizas un sitio permitido, estacionas y sacas la caja negra que contiene la información del ADN de todos los tripulantes.
La extraes con sumo cuidado intentando evitar que ni siquiera una gota de ese nauseabundo recipiente penetre en alguno de tus poros.
Notas el líquido en su interior bamboleándose al compás de tus pasos intentando no tropezar.
Llegas al espacio minúsculo respirando por la boca ya que el hedor allí es insoportable.
Las vistas habitualmente van a juego.
No es extraño encontrarte algún zurullo esparcido fruto de la mala puntería o mala fe.
Con cuidado sumo desenroscas y vacías el contenido.
Al terminar, después de limpiar el depósito, lo llenas de nuevo con algo de agua, una pastillita química, y vuelves a montar el cassette.
El vaciado de aguas grises es más normal.
Se trata de dejar el vientre de la autocaravana en línea con el desagüe, abrir una trampilla y dejar que suelte la carga.
Es una especie de micción mecánica.
Y A FINAL... SONREIR.
El orden en el interior debe mantenerse escrupuloso.
O bien embutes todo en los armarios con cierre a presión de seguridad.
Ese cierre impide que se abra estando en marcha con el consiguiente estropicio. Pero ay de ti si lo haces sin recordar previamente qué habías encerrado antes, pues al darle al botón, cual resorte de revólver, se abre a presión la puerta y sale disparado de su interior todo tipo de artículos perecederos o no, cual Cash & Converters rodante.
Que si el cargador del móvil que dabas por perdido, junto a un calcetín o bragas, la camiseta enredada con el sombrero de pescador, el coletero de la Barbie y aquel snack que salió volando de su bolsa sin que volvieras a verlo de nuevo.
También puedes optar por aceptar la teoría del caos y acostumbrarte a convivir y aceptar lo inesperado con una sonrisa.
Nerviosa o graciosa, pero sonrisa al fin y al cabo.
Y terminas poniendo la banda sonora de Monty Python en La Vida de Brian:
Always look on the bright side of life.
Y silbas.
Silbas.
#VidaCamper #AutocaravanaReal #ViajarSinFiltros #MosquiterasYTanques #RelatoCampista #VanLifeSinPostureo #HumorSobreRuedas #MiVerdadCampista #CrónicaRodante #DesmitificandoLaLibertad
Comentarios
Publicar un comentario