EL DEDO DE COLON.

Llevo años beneficiándome de la prueba que hacen para detectar problemas en el colon. Junto a mi mujer, somos unos de los elegidos para la criba. Hace años que lo hacemos gustosos. Es otra forma de saber que todo, por ahí abajo, anda más o menos bien.

Bendita sanidad la nuestra.

UNA RUTINA QUE YA DOMINAMOS.

Debido a los años que llevamos con el tema, nos hemos familiarizado con el proceso. Primero, te envían a casa una especie de cápsula, en una bolsa hermética con una etiqueta.

El envase lleva un tapón que, al extraerlo, incluye insertada una pequeña varilla. Una especie de escobillero a escala minúscula, nunca mejor dicho.

Con él, debes tomar muestra de tu "caca", hablando mal y pronto. ¡Una mierda, vamos!

Después debes cerrarlo en la bolsa, rellenar la etiqueta con la fecha y tus datos, y dejarla en la nevera hasta que puedas llevarla a la farmacia asignada del barrio.

DE LA DISTANCIA PRUDENTE AL REBAÑADO PROFESIONAL.

Al principio solo... pinchaba. A cierta distancia y con cierto asco, por qué no decirlo.

Más tarde me enteré, según algunas fuentes, que lo mejor —para que la prueba fuera más fiable— era meter la "estocada" hasta el fondo y remover, para asegurar que la muestra fuera suficiente. Este año decidí ir a por nota.

LA GRAN OPERACIÓN.

Lo cierto es que desde que llegó el envase, tardé algunos días en preparar la muestra. No había forma. El día en cuestión, vestí la taza con ganas.

Empapelé estratégicamente la base, para que al deslizarse o posarse en su interior la "moñiga", estuviese seca e inerte para proceder a la toma de la muestra.

Procedí a ello con sumo cuidado, como cirujano con bisturí. Iba con un tacto extremo para no mancharme y “rebañar” de muestra el minibescobillero. Me propuse impregnar a degüello, pero...

CATÁSTROFE ESCATOLOGICA

Tal fue mi mala suerte, que estando en la operación, parte del papel del flanco superior se escurrió por la porcelana y llenó de "muestra" la varilla, el tapón, el envase... y hasta a mí.

Mecagoenlamar. Las blasfemias que salieron por mi boca dejarían al mismísimo Rubianes como el Tinky Winky de los monólogos.

Después de media hora limpiando y desinfectando, conseguí dejar el envase decente, con su tapón y bolsa hermética cerrada. Aunque doy fe de que la cantidad de muestra depositada daba para hacer el test miles de veces. Vale más que sobre, me dije.

CAMINO A LA FARMACIA.

Al día siguiente, la llevaría a la farmacia. Esa noche, la muestra pasó en la nevera.

Al día siguiente, aproveché el paseo del perro. Busqué una mascarilla (menos mal que todavía debes usarla en las farmacias), al menos no se vería mi rostro.

Entré. No había nadie en ese momento. Me acerqué al mostrador justo cuando entraban cuatro clientes que se colocaron tras de mí.

—¿Qué desea? —me preguntó amablemente la farmacéutica. —Vengo a dejar esto —dije, sacando la bolsa con el envase de la muestra y dejándola sobre el mostrador—. Gracias.

Me disponía a irme, pasando en medio de la clientela, cuando:

—¡Oiga, perdone...! —¿Qué? —me giré, mientras el respetable también se giraba hacia mí, como si de un partido de tenis se tratara.

Joder, pensé... y yo que creía que sería un momento.

—Es que no ha puesto la fecha. —Ah...

Me acerqué de nuevo al mostrador y rellené la fecha en la etiqueta de la bolsa. —Vale, gracias. Adiós.

Repetí el movimiento hacia la puerta.

—¡Disculpe! —¿Qué? —respondí... —No ha puesto su nombre.

¡Jodeeeerrrr...!

A partir de ese momento, había cuatro vecinos y una farmacéutica que sabían que el día tal de tal, don fulano de tal había depositado su muestra de caca para un análisis.

Rellené y salí de nuevo ipso facto.

REMATE FINAL.

Me encontraba pisando la acera, acompañando la puerta, cuando de nuevo:

—¡Oiga! —volvió a gritar la farmacéutica.

—¿¡Qué!? —Tiene mi muestra, la etiqueta con mi nombre y la fecha —le dije, balbuceante—.

¿Qué más quiere, por favor? —le imploré, mientras la concurrencia me hacía el pasillo hacia la salida.

—Sí —respondió amablemente—

Ha dejado su muestra, pero también...

¡A su perro!

¡Mierda!

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