EL LADO OSCURO DEL VESTUARIO.
Como cada tarde me acerco al gim, para mi sesión diaria.
Desconecto y quemó calorías.
Es mi momento. Cuerpo y mente.
Me acerco al vestuario.
Poco a poco mientras entro en el recinto escudriño el horizonte de pasillos.
Intento encontrar un hueco libre que me permita cierta movilidad e intimidad.
Las taquillas están apiñadas unos 50 cms unas de otras, en columnas de dos y separadas por pasillos de escasos 100 cms. A sus pies una banqueta en línea para poder sentarte o apoyarte.
En el mismo momento, si alguien la usa a tu lado no puedes abrir la puerta más de 90 grados.
Cuando quedas embutido entre otros cuerpos, no me gusta la sensacion claustrófobica hombro con hombro.
Intento evitarlo.
Necesito mi espacio.
Sentir aire fresco. Que el batir de mi toalla no toque piel ajena.
Obviamente si no hay más remedio pues asumo, me aborrego y me jodo.
Pero, insisto, mientras paseo por la entrada, fijo el objetivo en el espacio teóricamente mas libre.
En cuanto localizo una taquilla solitaria en el oasis metálico, allí me dirijo raudo y veloz como ataque en picado del halcón peregrino a despistada paloma.
Me aposento feliz, satisfecho mientras me pongo la ropa de faena.
Disfruto de un instante de paz y tranquilidad.
Pero poco dura la felicidad en casa del pobre.
Lo que nunca podré entender, es que en un momento, en milésimas de segundo y menos, el cielo cambia a gris y se atisba tormenta.
En un pis pas empiezan a revolotear un enjambre de individuos a moverse justo en el cm cuadrado que habitas.
La situación parece la famosa escena del camarote de los hermanos Marx o de los documentales de la 2 de aquella minúscula laguna en tiempo de sequía del Serengueti, en la que conviven intentando sorber alguna minúscula gota de líquido embarrada, decenas de hipopótamos, cocodrilos,gacelas, cebras y ñús, mientras los depredadores apostados tras los matorrales bajos que circundan su perímetro, esperan su oportunidad para añadir algo de proteína a su menú.
Que agonía diosmío.
Unos con toalla, otros sin, unos llegan con mochila en la espalda o bolsa al hombro justo a diestra y siniestra, otros ocupando sin pudor las taquillas adyacentes la de arriba, la de abajo la de al lado la contigua y la de más allá formando un corrillo de viejas del visillo después de misa.
Agobio. Estrés ansiedad. Nervios.
Golpeteos metálicos de las puertas de las taquillas, chirrido de gomas de las chancletas de ducha en el pavimento, conversaciones en tono elevado de cuñados ansiosos de protagonismo buscando con la mirada alguien que se interese por su vacía reflexión, junto con raspónes de toallas de rizos de algodón o microfibra ligera secando poros húmedos, y una mezcla de olores a humedad sudor zotal desodorante y pachuli completan el audio y los efectos especiales de la escena.
Pero por el amor de dios ¿ por qué ?
Si hace escasamente medio segundo estaba solo.
Sólo. Nadie.
Mi toalla y yo.
Hasta mi suspiro hacia eco!
Nada.
Ahora mi rodilla en la banqueta roza con la Nike del vecino mientras me salta un calcetín en el muslo. Desconozco si sudado o no. No tengo intención ninguna de comprobarlo.
La toalla del compañero con atisbo de secadero de bacalao, y con movimientos contundentes y armónicos de media verónica con pose taurina a lo Locomía, me inyecta efluvios ajenos.
A uno se le cae el móvil y hace tres series de cinco repeticiones para cogerlo del suelo y de paso fundir bíceps e isquiotibiales.
Otro se más turba mentalmente ante el reflejo de su perfil grecoromano en el espejo , tensando cuello y mandíbula y haciendo morritos a lo Carmen de Mairena deleitandose con la imagen de sus tensos pectorales.
Pero si hasta se esta guiñando un ojo, el cabron!
Aquel se insufla aire caliente en la entrepierna mientras gime entrecortados suspiros eroticos con los ojitos rasgados de chino sorbiendo limon y mirada de Santa Teresa en extasis.
El de más allá se concentra en pegar bocaditos a su platano semipelado, con mirada perdida en lontananza como de primate estoico al borde del Preikestolen.
En medio de esta jungla de sensaciones me encuentro yo, sentado en la banqueta intentando encontrar ese momento de paz que ha desaparecido en un inmediato chasquido de dedos.
Y ahora al de enfrente dándome la espalda y como no, como dios lo trajo al mundo,en pelota picada que le dá por secarse los pies.
Y tras su forzado intento de sentadilla, lo que veo no me gusta nada.
Intento describiros la situación que percibo ante mi, en modo Jedi, a ver, como os lo explico:
Delante de mi, dos inmensas medio sandías casi rozandome la punta de la nariz, y de su interseccion imaginaos caer una bolsa de fina tela con dos pelotas de ping-pong que por su peso se asientan en su base inferior.
Y no.
Lo que en esos momentos observo absorto, no son sandías, ni pelotas de ping-pong...
Lo cierto es que la imagen es de todo el "lado oscuro" .
Creo que podéis imaginarosla y entenderme.
Y resoplo.
Convencido y resignado.
Y sigo sin encontrar explicación.
Mientras seguiré buscando hueco.
Y después asumiré.
Que remedio.
#Gimnasio
#Ejercicio
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