POR EL CAMINO VERDE.
1. La Decisión:
La primera fase avanzaba, injusta pero firme. Por eso, las decisiones debían tomarse sin prisa, pero sin pausa.
Ani había sido diagnosticada con Alzheimer. Lamentablemente, las sospechas de Ili —enfermera de urgencias en su vida laboral— no estaban desencaminadas.
Habló con su hermana, Laisa, y pronto acordaron un plan.
Reservaron una plaza en un centro de día para su madre y contrataron a un acompañante de confianza para supervisar las tareas en casa.
El carácter de Ani había cambiado; sus obsesiones se manifestaban con más fuerza.
Una de ellas, recurrente, no la dejaba vivir: odiaba con todas sus fuerzas a Tonia.
Su cuñada. La esposa de su hermano fallecido, Teo.
Durante años, Ani y Guel habían trabajado en el taller familiar. Cuando, por diversas razones, el negocio cerró, Teo y Tonia se preocuparon de que todos recibieran su finiquito.
Cuando Laisa cobró el suyo, oyó por casualidad a Tonia hablar con Teo, diciendo que también estaban preparando el de sus padres.
Se lo comentó a su madre.
Pero aquel dinero nunca llegó.
Desde entonces, la rabia había ido carcomiendo a Ani.
Año tras año, el odio hacia Tonia se fue acrecentando. En su mente, ella era la culpable de todos los males. Bastaba con nombrarla para que se abrieran los infiernos, poseyéndola con una ira incontrolable.
De su boca salían maldiciones, de sus ojos, fuego.
Y, sin embargo, en su fragilidad, Ani a menudo era incapaz de recordar lo que había desayunado esa misma mañana.
Perdía recuerdos recientes, pero curiosamente, de vez en cuando se ponía a tararear canciones de juventud, que murmuraba entre dientes:
"Por el camino verde, camino verde..."
En cambio, si alguien mencionaba a Tonia, todos los demonios regresaban.
Hacía demasiado tiempo.
Y la situación no auguraba nada bueno.
Laisa e Ili sabían que había que cerrar esa herida de algún modo.
Hablaron con su madre.
—Mamá, ¿te gustaría hablar con Tonia?
¿Preguntarle lo que quieras y quedarte tranquila?
—¡Pues claro! Porque esa cerda se portó muy mal —soltó Ani sin dudar.
—Casi nos separa a tu padre y a mí.
Vuestro padre nunca quería hablar del tema.
¡Todavía espero ese sobre! ¡Mentirosa...!
—Tranquila, mamá.
Lo arreglamos.
2. El Encuentro:
Decidieron contactar con Uria, su prima, hija de Tonia.
Hacía años que no sabían nada de ella.
Cuando la llamaron, la sorpresa fue mayúscula.
—¿Tonia? —repitió Uria—.
Mi madre tiene Alzheimer desde hace tiempo.
A veces se olvida las llaves, pero sigue recordando anécdotas de hace años.
Su memoria está... desubicada.
Las hermanas se miraron, sorprendidas.
Hacía tiempo que no sabían nada de la familia, y la noticia fue un jarro de agua fría.
Pero el plan ya estaba en marcha. Ani quería hablar con Tonia, y no podían decirle que no.
Se concretó la cita en una granja, un punto intermedio entre ambas casas.
3. La Cita:
Llegó el día.
Cuando Laisa, Ili y Ani llegaron, Uria y Tonia ya estaban en la mesa de la terraza, con un cortado delante.
Los saludos fueron fríos, como la húmeda tarde.
Se sentaron en silencio.
Miradas tensas, incertidumbre.
Hasta que alguien rompió el hielo.
—Pues qué mala tarde se ha quedado, parece que va a llover —comentó alguien al azar.
Tonia comenzó a tararear.
"Esta tarde vi llover…"
Ani sonrió y, sin darse cuenta, continuó la tonadilla.
"... vi gente correr, y no estabas tú..."
Uria, Ili y Laisa se miraron y sonrieron.
La música, dicen, amansa a las fieras.
4. La Sorpresa:
Entonces, sin previo aviso, Tonia se inclinó hacia Ani, cogiéndole las manos, y le dijo con naturalidad:
—Por cierto, Ani...
Ya que estamos aquí, tengo que decirte algo.
Ani, con el guion aprendido y la rabia encendida, se cruzó de brazos.
—Dime, dime…
Tonia suspiró.
—Hace tiempo me acordé del taller. Cuántos años pasamos allí, ¿eh?
—Pues sí —respondieron todas. —
En algunos momentos fue un salvavidas para la familia...
—añadió Tonia con nostalgia—. Pero cuando cerramos…
Ani apretó los labios.
Las hermanas se tensaron.
Uria observaba sin entender.
—Intentamos pagarle a todos lo que les correspondía —continuó Tonia—.
Y, después de hacer mil y una, Teo y yo conseguimos separar el sobre vuestro. El tuyo y el de Guel.
Ani se congeló.
—¿Qué? —
Sí.
Lo teníamos preparado. Teo incluso se lo comentó a Guel. Quedaron en verse para dárselo.
La mirada de Ani reflejaba el desconcierto.
Durante casi veinticinco años, había creído otra historia.
Siguió escuchando.
—Me acuerdo bien —siguió Tonia.—Un día, Teo me dijo que Guel le pidió que lo dejáramos. Que había visto el esfuerzo que habíamos hecho y que era mejor que nos quedáramos con el dinero para pagar los gastos que vendrían… para liquidar el taller.
Ani sintió un nudo en la garganta. —Gracias
—añadió Tonia—.
Imagino que lo hablasteis tú y Guel en su día. Nunca te lo dije, y creo que debía hacerlo. Era algo que llevaba dentro.
—Muchas gracias —repitió Ani, agradecida.
El silencio fue absoluto.
—Ahora dime, Uria me dijo que habíamos quedado porque querías decirme algo…
5. La Despedida:
Ani la miró.
Una lágrima rodó por su mejilla.
En ella se iba toda la rabia, contenida, el rencor, el malestar que la había carcomido durante tanto tiempo. Porque ella creyó. Ella pensó. Pero no era cierto. Era solo su verdad.
Con Teo, su hermano, nunca habló del asunto.
Y cada vez que sacaba el tema con Guel, le decía que ese dinero no les hubiera hecho ricos, y en esos momentos, le hacía más falta a su hermano para liquidar el taller.
Que olvidara el tema.
Siempre intentaba desviar la conversación.
Quizás se sintió culpable de la decisión que debían haber tomado los dos.
Y optó por el silencio ante el enfrentamiento.
Silencio que se llevó a la tumba.
Quizás.
¿Y qué más daba ahora?
Ani miró al cielo y respiró hondo. —¿ Si tengo algo que decirte ? ... —susurró.
—Nada —respondió.
Olvídate.
Solo... quería verte.
Y entonces, con una sonrisa, mientras la miraba y le apretaba las manos, empezó a cantar:
"Qué pasará, qué misterio habrá..."
Tonia rió, siguió con la letra y la abrazó.
"… puede ser mi gran noche…"
El resto las acompañó con palmas.
Y todas rieron, mientras el sol asomaba tras las nubes.
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