CAPÍTULO 4. EL VACÍO.
📌 El Duelo: Aprender a Vivir con la Ausencia
Después de semanas haciéndote la idea, lo cierto es que el acto de la despedida es una liberación. Un respiro. Una sensación de fin y de paz sublime. Un suspiro después del esfuerzo.
Ya está. Paso. Fin.
Pero lo duro viene después.
Abrir la puerta y no oír sus pasos sobre el parqué. No ver una silueta peluda correr por el pasillo. No escuchar sus ladridos en la habitación. No sentir los golpes de su hocico en tu pierna, solicitándote un pedacito de pan y jamón. Mirar el rincón vacío donde antes dormitaba sobre su cesta. Levantarte y no sentir sus pasos tras de ti hacia el baño. No poder acariciarlo cuando estaba sobre ti en el sofá viendo la tele. No notar esos suspiros de satisfacción o esa mirada de agradecimiento.
La ausencia. El vacío. El silencio.
Eso es lo más duro. Durísimo. Mucho.
¿Cómo puede llegar a quererse tanto a un perro? No creo haber llorado tanto por nadie.
Deberemos acostumbrarnos a ese dolor. Y ese dolor, duele.
Quizás nunca desaparezca del todo. Lo mismo que el amor que sentimos por ti, tampoco se irá de nosotros.
No fue una despedida, sino un Hasta siempre, porque tu amor, tu lealtad y tu alegría estarán siempre con nosotros.
Si has tenido que despedirte de tu mascota, sabes a lo que me refiero.
También nos tranquilizó su carta, que puedes ver en el siguiente enlace:
📹 Carta de Rex para nosotros:
Gracias por todo, Rex. Nunca te olvidaremos.
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